El nutrido reparto -en esa línea de alta comedia- contiene a algunos de los nombres que más han hecho este repertorio últimamente, y se nota. En pocos repertorios se mueve Lucía Quintana con tanto acierto como en la alta comedia; y esta Leticia no es la excepción: hace exactamente lo que pide el género, y siempre en el tono justo. Sus dos galanes, Jacobo Dicenta -que además interpreta a Jardiel Poncela- y Paco Ochoa abordan el texto desde un lugar que fomenta mucho más la poesía presente en los versos que la comedia misma -también es un lugar válido y comprensible-. Paco Déniz hace una verdadera y desternillante creación del hermético mayordomo, colocando cada frase en su sitio -y, miren por dónde, es un actor de la ‘factoría Sanzol’…-. En intervenciones de menor peso, Luis Flor sabe no cargar demasiado las tintas en Sigerico -acierto-; y Juan Carlos Talavera y Chema Adeva aprovechan bien cada intervención. El resto cumple en mayor o menor medida -hay algún caso tal vez demasiado altisonante por ese registro de alta comedia en el que se mueven todos, pero puede ser una cuestión de mero marcaje…-. Hay que destacar que, siguiendo esa regla de que no hay papel pequeño, a una enorme Carmen Gutiérrez a la que le bastan un puñado de minutos para ponerse en primer término: afronta la comedia desde un lugar muy particular, muy fresco, casi almodovariano en Gracia, esa amiga buscona que está siempre al quite de lo que pueda sacar y acierta de pleno. Coloca cada frase de una manera tan fresca que me ha llevado a preguntarme qué hubiera pasado si todo el elenco hubiese trabajado desde ese mismo punto -a esto me refiero cuando hablo de darle un soplo de aire fresco a estos textos…-; y tiene junto con Paloma Paso Jardiel la que seguramente sea la mejor escena de todo el montaje. Lo dicho, no hay papeles pequeños…
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